Baruch Spinoza, por Jorge Luis Borges Bruma de oro, el Occidente alumbra la ventana. El asiduo manuscrito aguarda, ya cargado de infinito. Alguien construye a Dios en la penumbra. Un hombre engendra a Dios. Es un judío de tristes ojos y de piel cetrina; lo lleva el tiempo como lleva el río una hoja en el agua que declina. No importa. El hechicero insiste y labra a Dios con geometría delicada; desde su enfermedad, desde su nada, Sigue erigiendo a Dios con la palabra. El más pródigo amor le fue otorgado, el amor que no espera ser amado. * * Las traslúcidas manos del judío labran en la penumbra los cristales y la tarde que muere es miedo y frío. (Las tardes a las tardes son iguales.) Las manos y el espacio de jacinto que palidece en el confín del Ghetto casi no existen para el hombre quieto que está soñando un claro laberinto. No lo turba la fama, ese reflejo de sueños en el sueño de otro espejo, ni el temeroso amor de las doncellas. Libre de la metáfora y del mito labra un arduo cristal: el infinito mapa de Aquel que es todas Sus estrellas. * * *
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Maravilloso! Leer en clase!
ResponderEliminarAbrazo!