miércoles, 9 de noviembre de 2011

Spinoza y el Periodismo. Daiana Pérez

En el momento en que las autoridades judías se reúnen con Spinoza para intentar 'silenciar' sus ideas me di cuenta que se puede realizar un paralelo con la carrera que estoy estudiando: periodismo.
En el caso del filósofo fue indagar sobre la Biblia, en el caso de un periodista puede sucederle algo similar durante una investigación que lleve a cabo y encuentre información indeseada por alguna persona poderosa.
En el caso de Spinoza intentaron que deje de ver desde una mirada científica la Biblia sobornándolo con dinero que jamás aceptó, por lo que finalmente fue expulsado de la comunidad judía. Al periodista le puede pasar algo similar: le ofrecerán dinero para que no hable, lo amenazarán, etc. pero aquí dependerá del sujeto si acepta o no callarse por dinero o si revela lo que ha investigado sin importar cuál sea la amenaza.
Por otro lado, el hecho de que Spinoza sea expulsado podemos relacionarlo con alguna empresa, algun medio periodístico que despida a alguien porque no comparte su política editorial. O mismo que una directiva prohiba publicar aquella información importante tanto para el periodista como para el pueblo, y el periodista decida renunciar por sus propias convicciones, pero de alguna manera lo están censurando.

Por último, encontré esta imagen que al verla en la primer persona que pensé, luego de leer sobre su vida, fue en Spinoza.



Aquí vemos una sombra de un hombre: este filósofo vivió como si fuera una sombra, que nadie lo veía, que nadie lo saludaba, simplemente estaba. Pero por otro lado, en su interior podemos obserbar la presencia de 'IDEAS'. Y un poco era lo que sucedía con él, una persona que de un día para otro se convirtió en un 'muerto en vida' para el pueblo, pero que independientemente de ello, su cabeza desbordaba de ideas a las que siempre les buscaba un fundamento y jamás decía nada porque sí.







Ayelèn Carracedo



El tópico dice que en la guerra la primera víctima es la verdad. En el conflicto de Irak, no ha sido cierto gracias a los reporteros de guerra independientes, que desde Bagdad o con las tropas de coalición han sido los ojos de la opinión pública internacional.Esto sería muy bonito si fuese real. Lástima que esa información antes de llegar hasta nosotros pase por una serie de "filtros". Al final vemos lo que alguien ha decidido que veamos. La manipulaciòn de informacion y censura de las notas que se produce en el periodismo de guerra es extrema y hasta en ocasiones aberrante. En vez de analistas políticos han utilizado continuamente a personas que repiten y repiten los argumentos de los mandos políticos y norteamericanos o de donde fuese la guerra (hablo de estos paìses ya que es lo actual), realizando una auténtica propaganda de guerra.

Varias muerte de reconocidos periodistas en el medio tales como Parrado y Josè Couso en el año 2003 fueron las principales detonantes de la clara imagen de las situaciones precarias en las que se enncuentran los corresponsales y su casi inexistente sueldo porque màs de la mitad de ellos trabajan con pasantìas.

Defendiendo su ideologìa y sus ansias de relatar la verdad de la situación son personas destinadas a vivir o a veces morir por su ideal. No son periodistas como los demás. Se desplazan a los lugares más calientes del planeta para contarnos en primera persona lo que allí ocurre. Nos hacen llegar sus crónicas en medio del peligro y nerviosismo que produce el jugarse la vida todos los días. "El drama entre los reporteros es que no puedes admitirlo, -comenta uno de nuestros profesionales más veterano, Alfonso Rojo-. Por mucho riesgo que envuelva una zona en guerra, te sientes como un desertor si no vas. No tiene nada que ver con la redacción, el director o los lectores; es algo más profundo y personal".

Spinoza fue un claro ejemplo de este tipo de situaciones aunque no como corresponsal de guerra perosi defendiendo a muerte su ideal de vida y explorando su material para de esa manera actuar objetivamente y mostrarle a la sociedad lo que èl pensaba. Los periodistas de guerra tambièn hacen eso (no siempre) o por lo menos lo intentan. Spinoza muriò solo, jòven, con su ideal e incomprendido hasta el final de sus dìas, tal y como lo hacen la mayorìa de los corresponsales de guerra que no se venden ni aceptan un speach, tal como los corresponsales de guerra que luchan por su ideal y desean defenderlo asì sepan que el principal lema de este trabajo es que "la verdad es la primera en morir en el campo de batalla, la verdad se difraza ante el pùblico".

Aunque no se puede hablar de verdades o mentiras frente a Spinoza porque es algo sumamente relativo, se puede decir que èl creyò en su verdad y asì muriò, muriò por su ideal.

Aquì muestro uno de los artìculos màs emotivos y reconocidos en el àmbito de periodistas de guerra emitido en el 2003 pleno apogeo de la guerra de Irak.




NO MATAR AL MENSAJEROPor Ana Muñoz, periodista del CCS.



"Tengo una mala sensación", éstas fueron las palabras de Julio A. Parrado (corresponsal de El Mundo) antes de salir para cubrir el conflicto de Irak. Finalmente esa mala sensación se cumplió hace unas semanas. Junto a él, otros once compañeros han muerto en esta guerra injusta e inmoral. Doce informadores han pasado a formar parte de los "efectos colaterales" de este enfrentamiento armado. Dos mil periodistas han tomado parte en este conflicto y más de quinientos han estado en primera línea de batalla.
La mayoría de los periodistas hemos pensado alguna vez en dedicarnos a la corresponsalía de guerra. Todos los que nos dedicamos a esta profesión tenemos en nuestra memoria a personajes como Heminway, Leguineche, Alfonso Rojo o Pérez Reverte. La inmediatez de la noticia y convertirse en testigo directo de los acontecimientos son estímulos a los que un periodista no puede resistirse. Las dificultades para transmitir la información, la falta de sueño e, incluso, el hambre o el miedo son pequeños obstáculos para estos "neoaventureros". Los corresponsales de guerra son hoy lo que en el siglo XIX eran los conquistadores, que dejaban todo atrás en busca de nuevas tierras y metales preciosos.
El periodismo nació para contar historias. Una realidad que, a veces, se olvida por culpa de las presiones de los editores y directores de los grandes medios por conseguir una exclusiva. Ser el primero, llegar más lejos, forzar la máquina... es la dinámica que se instaló en las salas de redacción tras el caso Watergate. Sin embargo, "nunca hay una historia que valga una vida", dice una de las máximas de los corresponsales de guerra. Lo más importante es poder contar lo que está ocurriendo y para poder hacerlo hay que mantenerse vivo. Hay que tomar precauciones y llevar como "compañero de viaje" al sentido común.
En la última década, trescientos setenta y seis periodistas han sido asesinados cuando estaban realizando labores informativas, según el último informe elaborado por el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ). Esta cifra convierte a la actividad profesional que ejerce el periodista en una de las más peligrosas del mundo. El año pasado fueron treinta y siete los informadores que perdieron la vida y el 2003 parece no tener muy buenas perspectivas. En los primeros cuatro meses del año ya han muerto catorce periodistas mientras realizaban su trabajo.
En la mayoría de los casos, el delito queda impune. El CPJ denuncia que tan sólo en 21 de los casos de los trescientos setenta y seis los asesinos fueron arrestados y puestos a disposición judicial. La información es uno de los derechos fundamentales que queda recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en la mayoría de las Constituciones de los países democráticos. Sin embargo, "corren malos tiempos" para la profesión. Los conflictos internos y las guerras se suceden a lo largo y ancho del planeta, lo que hace que el ejercicio del periodismo sea cada día más difícil. La libertad de expresión se encuentra coartada y es difícil denunciar la situación en la que viven millones de personas: violaciones de derechos humanos, tramas fiscales... sin olvidar que aún en muchos lugares existe una férrea censura de la información.
Los periodistas no realizan su trabajo con las medidas de seguridad necesarias. A finales de los años 70, las NU discutían si era o no preciso ofrecer a los informadores el mismo estatuto que al personal sanitario en las zonas de conflicto. Así, cualquier asesinato o delito que se cometiera a un periodista pasaría a ser un crimen de guerra, como lo es cualquier ataque a un monumento patrimonio de la humanidad. Ahora parece ser el momento de retomar estas iniciativas. Para que ningún otro tanque gire su cañón para disparar contra el objetivo de una cámara. Para no matar al mensajero.









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